Raúl H. Lugo Rodríguez
El viernes pasado Televisa y la empresa española Prisa decidieron no renovar el contrato anual que mantenían con la periodista Carmen Aristegui, después de cinco años de que ella fuera la responsable de la edición matutina del noticiero “Hoy por Hoy” en W-Radio. Quienes somos aficionados a la radio sabíamos que el noticiero dirigido por Carmen Aristegui ofrecía una alternativa decente a los despropósitos y mediocridad de otros noticiarios mañaneros.
Lúcida, clara, consecuente, Carmen Aristegui ha dado a lo largo de los últimos años ejemplo de verticalidad en la tarea informativa. Cuando Televisa la vetó en los hechos de cualquier programación televisiva en los canales de su grupo empresarial, muchos no comprendimos por qué razón no había sido suspendida su participación en W-Radio, la legendaria estación radiofónica de la empresa. Pronto supimos el por qué: el grupo español Prisa, editor del diario El País, había adquirido el 50% de las acciones de la estación y a los ibéricos les interesaba sobremanera mantener un programa con la credibilidad del conducido por la periodista mexicana. Ya se sabe que en estos tiempos la verdad suele ser rara avis en los medios de comunicación.
La también conductora de un programa de información y discusión en la cadena CNN en español, recibió la negativa de renovación de su contrato por parte de los dueños de W-Radio acompañada de esta extraña explicación: que el modelo editorial practicado por Carmen Aristegui a lo largo de cinco años en W-Radio resultaba incompatible con el modelo editorial que la propia empresa ha determinado y experimentado en otros lugares. Digo que la explicación es, cuando menos, extraña, porque Aristegui deja el noticiero con el registro más alto de rating de audiencia en toda su historia.
Mal pensado como soy, sospecho que la “incompatibilidad” que logró que Televisa rompiera con el dique de contención del grupo Prisa, fue la valentía y la honestidad con que Aristegui trató algunos acontecimientos especialmente conflictivos en este último año. De hecho, sin reclamar nada, dado que la decisión de rescindir el contrato es absolutamente legal, la periodista enlistó en el programa de despedida los principales casos tratados exhaustivamente por ella en su noticiero radiofónico: el caso del asesinato de Ernestina Ascencio en la sierra de Zongolica a manos de militares, que –por obra y gracia de la CNDH– terminó siendo un deceso debido a una úlcera no atendida (ya ni la burla perdonan); el seguimiento puntual, ausente en la mayoría de los informativos convencionales, de las acusaciones contra el Cardenal Rivera por el encumbramiento del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar; las graves deficiencias de la Ley de Radio y Televisión, posteriormente declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia; finalmente, la fechoría del gobernador de Puebla contra Lydia Cacho, públicamente justificada por una vergonzante Suprema Corte de Justicia.
En todos los casos, la información de Aristegui fue impecable, plural, con espacio para todas las voces. La honestidad, sin embargo, es espada mortal para el sistema en el que vivimos. Las rapacerías de los poderes económicos, políticos y religiosos evidenciadas por el trabajo periodístico de Carmen Aristegui terminaron reclamando venganza por su inaudita libertad. Quisiera saber dónde andan ahora los que se desgarraron las vestiduras debido a la cancelación de la concesión a una televisora por parte del presidente venezolano. O dónde se esconden los empresarios de la comunicación que, confundiendo libertad de comercio con libertad de expresión, lanzaron el grito al cielo ante la reciente reforma electoral. No aparecieron cuando Fox acabó con malas mañas el proyecto radiofónico más antiguo de México: radio Monitor. No aparecen tampoco ahora cuando perdemos por “incompatibilidad editorial” el noticiero matutino más creíble de la radio mexicana. Al retirar a Carmen Arstegui de W-Radio no pierde ella, incólume ante la canallada, pierde el derecho a la información. Perdemos todos.
Colofón: La creativa, festiva, gallarda resistencia del pueblo de Kimbilá ante la imposición brilla con luz propia ante las veladas amenazas del munícipe izamaleño y la displicencia cobarde de los diputados y diputadas, que hasta el día de hoy, son esperados en esa comisaría para que cumplan la palabra empeñada. Kimbilá es hoy, sin duda, una radiografía de la desastrosa situación política de nuestro estado.
Diario de Yucatán. 7 de enero de 2008
1 comentario:
Decia Andocides: ...puesto que ni siquiera a sus conciudadanos los trata como sus iguales, sino que, al contrario, pone de manifiesto que la democracia no tiene ningún valor cuando a unos los despoja, a otros los golpea y a estos los encarcela y a aquéllos les exige dinero, puesto que pornuncia los discursos de un demagogo y lleva a cabo los actos de un tirano. libertad de expresión para Carmen, que salgan los que defendierón la libertad de expresión en cadena nacional.
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