Es indignante lo que está ocurriendo, es una estocada más a la ya muy golpeada sociedad mexicana que anhela libertad de expresión, contenidos de calidad en la información de los medios de comunicación donde la objetividad y la ponderación se impongan sobre la censura y la mentira servil con el poder, es decir, que busque la digna finalidad de crear una sociedad auténticamente justa a través del conocimiento y el debate de las ideas.
Cuando a Noam Chomsky le preguntó un entrevistador sobre la autocensura que impera en la inmensa mayoría de comunicadores a nivel mundial, se lo planteó de la manera siguiente:
Entrevistador: Yo no me autocensuro, ¿cómo puede usted saber que yo me censuro a mi mismo?
N. Chomsky: No me malinterpretes, yo estoy seguro que tu crees verdaderamente en lo que dices. Lo que yo digo es que si tu creyeras algo distinto, no estaría ahí sentado.
Pedro Ferriz de Con, Óscar Mario Beteta, Joaquín López Dóriga, y demás propagandistas disfrazados de periodistas especializados en la difusión de “la verdad” siempre afín con los intereses de los poderosos, son ejemplo vivo del “periodista” prototipo al que Chomsky hace alusión. Carmen Aristegui formaba parte de las pocas excepciones que restan en nuestro país, y que, gracias a la inclinación hacia la censura del gobierno federal, cada día son menos. Que se puede esperar de un presidente de la republica (si es posible llamarlo así) que ha demostrado ya en reiteradas ocasiones un profundo desprecio hacia la nación que dice defender. Desde su origen marcado por la sombra de la usurpación y del fraude, la colusión de las instituciones de nuestro país -ya bien conocidas por su historial de corrupción-, los medios de derechización masiva plegados al poderoso en turno y clavando el sable cuando sienten que pueden “llevárselo todo”, y como de costumbre el pueblo en medio de la disputa, pagando las deudas de la elite económica y política, y para no variar contemplando la opulencia, egoísmo y cinismo de quienes se llaman representantes populares y de quienes ante telones, reflectores y escenarios en televisión nacional demuestran su “ferviente amor por México” haciendo negocios disfrazados de beneficencia.
“Vencer no es convencer” decía Unamuno y eso lo sabe muy bien la parte de la población mexicana que se rehúsa a seguir viviendo con la bota del desprecio a su inteligencia sobre su cuello. El pueblo que lucha por sus derechos, por la libertad y la justicia lo hace por todos los demás. A ese pueblo que le importa su nación y que entiende que, si se pisotea a una persona nos pisotean a todos, me uno.
Expreso mi solidaridad, respeto y admiración a esa mujer que día a día no le importaba hacer las preguntas difíciles y que daba voz a todas las partes, so pena de ser “políticamente incorrecta” ante los ojos del status quo, es decir, a esa valiosa y verdadera periodista que es Carmen Aristegui.
Armando Pérez
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